Una pálida sombra: La identidad del profesor mexicano

El profesor de educación básica proviene de las capas superiores del proletariado mexicano, pero, su propensión endogámica lo ha conducido a constituir verdaderas “familias magisteriales” que de generación en generación se ocupan en esta profesión. La formación de profesores se realiza en escuelas controladas totalmente por el gobierno federal, a quien jurídicamente se le ha reservado la facultad de determinar las formas y contenidos de la educación básica y normal. Se trata de instituciones de ínfimo nivel académico abstraídas totalmente de las condiciones prevalecientes en las demás instituciones de educación superior del país, de un sistema educativo ad hoc en el que se reproducen prácticas docentes, filiaciones políticas, discursos ideológicos y aspiraciones de futuro social uniformes, en sujetos despojados de refinamiento cultural, plataformas teóricas y capacidad crítica y reflexiva. La formación del profesor se traduce en un desempeño profesional repleto de improvisaciones, reproducción mecánica de prácticas docentes y ausencias escolares frecuentes por paros, plantones, marchas y celebraciones de todo tipo de acontecimientos. Sea cual fuere el desempeño del profesor, su salario y prestaciones son iguales a las de todos sus compañeros, por lo que habrá que preocuparse por su participación sindical y los vínculos políticos que son los que realmente pueden modificar substancialmente su vida. La formación y las condiciones en las que se desarrolla su vida cotidiana, garantizan la imposibilidad de toma de conciencia del poder que realmente posee el magisterio, quien tiene en sus manos la posibilidad de incidir en la constitución de la conciencia de la inmensa mayoría de los habitantes de este país. De ser formados por sus profesores de la niñez con una conciencia crítica y reflexiva, en la adultez transformarían radicalmente las estructuras políticas, sociales y económicas